Somos un grupo parroquial, perteneciente a una corriente de gracia llamada “Renovación carismática católica” o, simplemente, “Renovación en el Espíritu”. Esta corriente de gracia ha brotado en la Iglesia a raíz del Concilio Vaticano II, en el año 1967. No se trata de un movimiento que venga a resaltar o cultivar algún carisma particular sino, como la misma palabra lo dice, una renovación de lo que es básico y nuclear en la Iglesia. Por eso, suele decirse, en frase del Cardenal Suenens, que no es un movimiento en la Iglesia sino la Iglesia en movimiento. Su finalidad, por tanto, es de fermento, puramente evangelizadora. Para ello intenta volver a las fuentes iniciales que representan la experiencia de Pentecostés y el kerigma o anuncio primitivo. Esta experiencia hacia fuera aparece como una irrupción o presencia viva del Espíritu Santo. Sin embargo, no se puede decir que estos grupos sean los grupos del Espíritu Santo, ya que, Éste, siempre nos lleva a Jesús. De ahí que, en el fondo, la experiencia más íntima y constitutiva, es la que proclama que Jesús vive, ha resucitado y ha sido constituido Señor. Al tratar de definir o explicar lo que es esta Renovación, nos encontramos con una serie de hechos: No tiene fundador ni ha sido convocada por nadie. Ha brotado espontáneamente.
No ha nacido para perpetuarse sino, como el fermento, para desaparecer cuando la masa se haya convertido en pan. No es una iglesia paralela ni viene para decirle a la Iglesia lo que tiene que hacer sino para vivir una experiencia a nivel privado. No cultiva ninguna metodología renovadora en orden a infiltrarse en los estamentos actuales de la Iglesia, sino que es algo mucho más sencillo. Es simplemente una experiencia de oración que un grupo de personas realiza privadamente aunque, según ellos, impulsados por el Espíritu. Se articula a base de grupos que van brotando por doquier, léase, parroquias, conventos, colegios etc. El grupo es la célula inicial y básica y, al ser un intento privado, se constituye a sí mismo, dentro de un contexto de Iglesia, como su máxima autoridad. Para ayudar a este brotar espontáneo de grupos, han nacido las coordinadoras regionales y la nacional. Éstas no tienen ninguna autoridad jurídica ni directiva, se trata de una simple coordinación de servicio.
Siendo la Renovación en apariencia tan poco comprometida, ¿cómo puede realizar su labor de ser fermento? Ésta, no es una tarea suya sino del Espíritu. El Espíritu puede hacer muy bien que una experiencia privada sea, a la vez, comunitaria y hondamente eclesial. Si nosotros programamos esta tarea dejamos de ser lo que somos. Lo único que tenemos claro es que el Espíritu es el que da vida a la Iglesia. Con palabras del metropolita de Lataquia, Ignacio Hazim, podemos decir:
Sin el Espíritu Santo:
Dios está lejos; Cristo pertenece al pasado; el Evangelio es letra muerta; la Iglesia es una simple organización; la autoridad, un dominio; la misión, mera propaganda; el culto, un recuerdo muerto; el obrar cristiano, una moral de esclavos”.
Con él: “El cosmos gime con los dolores de parto del Reino; Cristo ha resucitado y está vivo; el Evangelio es experiencia y vida; la autoridad, un servicio liberador; la misión es Pentecostés; la liturgia, memorial y anticipación; el obrar humano, gracia y libertad”.
Chus Villarroel
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FRAY ESCOBAEste pequeño testimonio es para dar una respuesta al hermano/a que con el nombre de “Yomismo”, nos ha dejado, en el “Tablón de Anuncios” de la web, el siguiente mensaje: “Fray Escoba…¿RCC con este nombre? …Mal rollito.” En él, expresa su extrañeza y parece “cuestionarse” el nombre de nuestro grupo: Fray Escoba. Quisiera, en estas líneas, expresar el por qué del nombre y compartirlo con todos vosotros. Yo llegué al grupo a los casi 7 meses, aproximadamente, de su inicio, en mayo del 2001. Va a hacer pronto tres años. Y venía de otro grupo de la Renovación Carismática, después de una larga “andadura”, al inicio de la Renovación Carismática en España y, posteriormente, unos años de “escape” fuera de la Renovación. Soy una “hija pródiga”. Mi primer grupo fue Maranatha, a él me llevó el Señor a finales de 1975. Y en él, por puro Don, pude experimentar que Jesús Vive y Él, es el Señor. Fueron unos años preciosos para todos los que vivimos aquella época de gracia, como lo es la actual. Veíamos, con los ojos físicos y los espirituales, “surgir”, casi simultáneamente, por toda la geografía española, infinidad de grupos. Él era el sembrador y el Espíritu Santo, a la vez, la semilla y el agua viva que empapaba la tierra fértil de nuestra geografía y, hacía brotar esos preciosos frutos, en forma de grupos y comunidades de la Renovación Carismática. Y lo vivíamos con el asombro y la perplejidad del niño abandonado en las manos de su padre amoroso. El Señor sigue haciendo esto mismo hoy, si le dejamos. Quizás la “velocidad” de nacimiento de grupos sea distinta, pero siguen “brotando” grupos y comunidades carismáticas en nuestra geografia. Sólo tenemos que dejar que el Espíritu Santo actúe y tener un corazón sencillo, para acoger el amor de Dios, en forma de Comunidad. La “obra” es suya. Cuando llegué a mi actual comunidad, Fray escoba, ni siquiera sabía que teníamos nombre. No me lo pregunté ni se lo pregunté a nadie. Acababa de experimentar, vivencialmente, la Misericordia de Dios en mi vida y estaba en una preciosa “luna de miel” con el Señor. Quizás por eso, ni se me pasó por la cabeza el nombre o el “no nombre” del grupo. Realmente, pensé, que no nos llamábamos de ninguna manera aún. Sabía que era un grupo muy joven, y muy pobre. Y desde un principio supe que era el grupo al que el Señor me había traído. Es más, y lo digo sin “pudor”, “supe” en el fondo de mi corazón -con ese conocimiento que el Señor pone en nuestro espíritu–, que ese grupo, no es que el Señor lo hubiera hecho para mí, pero sí para que yo estuviera en él. Y lo puedo decir así, porque esta seguridad no es mía. Cuando al mes y medio, aproximadamente, me enteré que sí teníamos nombre y que nos llamábamos “Fray Escoba”, casi me da un “síncope”, (por no decir un “patatús”). Me pasó como a ti, querido/a “Yomismo”. Me pareció un nombre nada apropiado para un grupo carismático. “¡Pero cómo nos vamos a llamar Fray Escoba! -le dije al Señor– ¡Con la de nombres tan bonitos que hay dentro de los grupos de la Renovación: Maranatha; Shalom; Ruah; Emaús; Betania; Fuente Viva; Renacer; Agua viva; Anawin; Magnificat…! Y nosotros… ¡Fray Escoba!. Tengo que confesar que el nombre me producía “repelús”. Yo no soy nada de “santos” y no es que tenga ningún problema de fe respecto a los santos, pero yo siempre he ido a la fuente, al Señor, y no necesito intermediarios. Me informé y me dijeron que el nombre era provisional. Tendríamos que reunirnos más adelante, orar y discernir el nombre que nuestro grupo tendría, según el Señor nos fuera marcando el ritmo, Su ritmo, de crecimiento. Era lógico, en cierto modo, que “temporalmente” lleváramos el nombre de Fray Escoba: Estamos en una Parroquia de Dominicos, que se llama San Martín de Porres, cuyo apodo era ése, “Fray Escoba”. Por tanto, como algo “simbólico”, se adoptó su nombre. Esto me tranquilizó. Por otro lado yo no sabía nada de este Santo y, poco a poco, me fui enterando de algo de su biografía: Era un santo del siglo XVI que vivió en Lima, al principio de la colonización Española. Fue contemporáneo y amigo de otros Santos como Santa Rosa de Lima y, el español San Juan Macías. Entró en la Orden de los Dominicos y por el color -era hijo de un Español y de una mujer “negra”-, no le aceptaron -como era costumbre en la época- como religioso, ni sacerdote, ni hermano. Le aceptaron como un simple “Donado”, que significa, un adjunto. Con el paso del tiempo, los frailes, vieron en él, tal calidad humana y espiritual que le permitieron hacer la profesión religiosa como “Hermano Lego”, no sacerdote, pero plenamente religioso. Como veis, San Martín era un “pobre”; ni siquiera era sacerdote, solo “hermano lego”. Y era, una especie de lo que antiguamente se llamaba “cirujano barbero”. Se dedicaba a cuidar a los más pobres entre los pobres y a los enfermos. Yo, soy médico y esto me hizo “reconciliarme” un poco con San Martín de Porres. Poco a poco, el Señor me fue haciendo “revelaciones” sobre el nombre que llevamos y “ungiéndomelo” en el corazón. Nuestra Parroquia está justo a la espalda de un gran Hospital: el Hospital de Móstoles, sólo nos separa de él un colegio y compartimos la misma calle: Río Duero. En nuestro grupo hay muchos sanitarios, de distintos estamentos: auxiliares de clínica, enfermeros/as, médicos y muchos hermanos relacionados con el cuidado y la atención de los enfermos. A nuestra Parroquia, por proximidad, llegan muchos enfermos y pacientes del Hospital y del “barrio”. Poco a poco, estas cosas me fueron haciendo “mella” en el corazón y empecé a sentir cierta “simpatía” por el Santo y a través de él, por nuestro nombre.. Y lo que más me “tocó” respecto al nombre, fue cuando “descubrí” lo que el Señor había hecho conmigo desde que entré en el grupo: Había cogido una gran “escoba”—la Suya— y había hecho una limpieza profunda en mí. Había empezado a “barrer” mi vida de tal manera que estaba “barriendo”, con su inmenso Amor, toda mi miseria, todas mis pobrezas, todo mi pecado, mi “nada”, para que, poco a poco, su Misericordia, su ternura, su Compasión y ese inmenso Amor, pudieran ir teniendo cabida en mi interior y, mi único “brillo”, fuera Él. Por pura Gracia. Gratuitamente. Al poco tiempo, cuando nos propusieron cambiar el nombre del grupo y buscar otro más “carismático”, yo fui la primera que dije: NO. Nos llamamos Fray Escoba, porque somos un grupo parroquial; porque nuestra Parroquia se llama San Martín de Porres; porque nuestro grupo tiene una relación, creo que profética con el mundo sanitario y con los enfermos y porque el Señor, ha cogido “Su Escoba”, que es el Espíritu Santo, y ha ido transformando, “barriendo” y “puliendo” cada recoveco de nuestro ser. Y lo está haciendo cada día y, poco a poco, sin prisas, a su ritmo, pero intensamente, para que Él pueda ir penetrando en nuestro interior y cambiando nuestro “corazón de piedra en un corazón de carne”. Somos un grupo pequeño y pobre, ni siquiera tenemos aún ministerios ni servidores. Pero somos grandes para el Señor y nos ha concedido un don de Alabanza precioso. Yo soy la primera sorprendida. ¡No os podéis imaginar cómo el Señor va abriendo nuestras bocas y nuestros corazones a la alabanza!. Hay momentos de oración que casi nos hace tocar el cielo. Es SU obra, no la nuestra. Poquito a poco nos va haciendo crecer, a su ritmo. Somos pobres y tenemos un nombre “feo” e “inapropiado” para algunos, pero creo que, en la obra que el Señor está haciendo en cada uno de nosotros y en el grupo como Comunidad, el nombre es lo de menos. Y quizás, como somos tan pobres, tengamos que tener el nombre más “feo” de todos los grupos de la Renovación y el nombre menos “carismático”, si queréis, pero, Él, poco a poco, va haciendo crecer el Amor y los Carismas en nuestra Comunidad. Somos “poca cosa”, pero el Señor es grande. Él, es el grande. Querido/a “Yomismo”, y a todos los que podáis pensar como él, ojalá tengamos la oportunidad de conoceros y que podáis venir a compartir con nosotros un ratito de oración en nuestro grupo; ojalá que sea pronto. Y ojalá, otra vez –que quiere decir “Dios lo quiera”- sigáis visitando nuestra web y así, teneros cerca. Os llevamos a todos en el Corazón. << ¡Gloria al Señor!>>.
Gloria Torres |